AÑO NUEVO, VIDA NUEVA
"Mirar la vida de
frente, siempre mirarla a la cara y conocerla por lo que es.
Así podrás conocerla, quererla por lo que es, y luego guardarla dentro."
Virginia Woolf en la película “Las Horas”.
¿Nuevos propósitos para el nuevo año? Quizás es más fácil enfocarlos cuando las personas nos preguntamos qué estamos ya cansadas de repetir, aunque la pregunta más correcta sería: ¿qué no es necesario que repita más? Contestada esta pregunta, aún acerca de las cosas que nos sentimos preparadas para soltar, debiéramos preguntarnos: ¿a qué beneficios (o comodidad) que me aportaba la repetición del círculo vicioso estoy dispuesta a renunciar? ¿Y estoy dispuesta a asumir mi propia capacidad de respuesta, esto es, mi responsabilidad?
¿Y se puede dejar ir sin hacer “duelo”, sin dolor? La verdad es que la experiencia indica que no hay crecimiento sin dolor. Es posible que haya un dolor gratuito, en vano; esto es el sufrimiento como forma de aferrarse al dolor. Pero también es cierto que los pasos de ciclo como el parto, romper el cascarón o la crisálida, implican en alguna medida dolor. Alcanzar a ver puede ser doloroso por la cantidad de información que se está dispuesto a acomodar, al igual que la luz también puede deslumbrar y eso duele. Dejar que entre esto en uno, abrirse a la información completa incluyendo lo doloroso brinda el que las cosas se entiendan de otra manera más profunda al vivirlas auténticamente, cuando van sobre la piel. Lo que el cuerpo no siente, conocimiento que no hace suyo en realidad. Sólo se madura por haber vivido; sólo se madura lo que se ha vivido de verdad. Y esto es abrirle el corazón y hacerle un sitio porque todo tiene su momento y su lugar. Es imprescindible hacer duelo e incluir, pues como decía Jung, “Lo que niegas, te persigue; lo que aceptas, te transforma”.
Estos días de final y nuevo comienzo nos enfrentamos a una tarea nada fácil, que requiere un grado de honestidad que no siempre nos gusta encarar a las personas. Quizás, tengamos que reconocer que no estamos preparadas porque aún hemos de observarnos más en el círculo vicioso y éste sería un buen propósito para continuar camino en la vida, siempre que no nos instalemos y acomodemos en el no puedo, en el victimismo, en la enfermedad o en orillarnos al margen de la vida que es un río que siempre va adelante. Sin embargo, un buen duelo abrazando todas las cosas que no nos salieron como queríamos, sería suficiente para permitirnos que la vida vuelva a fluir por sí misma. Reconocernos por el punto en el que estamos del camino, sin juicios, y no forzarnos, es clave para tomar la vida con todo, disfrutarla y avanzar, al ritmo que vaya saliendo (pues para eso está el tiempo), a paso seguro, firme y sincero.
Para abrazar e incluir, os dejo aquí este CUENTO DE NAVIDAD que he traído a mi pluma para la ocasión:
Una vez (o cada vez) todas las partículas de Dios, cansadas de ser perfectas decidieron conocer la imperfección. Y aparecieron lo que hemos dado en llamar pecados, como la soberbia, la envidia, el odio, etc., lo que les brindó el poder ver su perfección desde la no perfección, y perfeccionarse en el camino de la imperfección a la perfección. Así alumbraron el movimiento, y con ello el tiempo y el espacio. Y gracias a esto las partículas perfectas pudieron conocerse mejor, pudieron profundizar en su perfección inherente. Agradecidas decidieron incorporar la imperfección en su (así mayor) perfección. Desde entonces, en nuestra infinita grandeza, en el ser ilimitado que somos, nuestra imperfección nos hace más perfectos.
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