QUE NO TE LO HAGAN

 


Ciertamente la vida es muy irónica o quizá somos los seres humanos los que somos muy chistosos. Así en la infancia tenemos el impulso por crecer, queremos ser mayores, y de mayores queremos volver a ser infantes. Se ve que no aprovechamos bien nuestra infancia porque aparecen, pendientes de cubrir, anhelos infantiles que ya se encarga a menudo el mercado de despertar y de cubrir a través de nuestro irracional consumo.

 

Mientras no nos hacemos conscientes de nuestros anhelos infantiles probablemente los estemos cubriendo o compensando con otra cosa, aunque la dependencia de eso nunca llegue a cubrirte un anhelo infantil porque lo que no pudo ser en su momento, no será; todo lo más, alcanzaremos a verlo de otra forma, que no es poco. El sucedáneo de compensar el anhelo con otra cosa, nunca nos satisfará, de la misma manera que no nos saciará otro alimento cuando tienes “hambre específica” de algo en concreto.

 

Igualmente funciona como un falso oasis, la idea que nos venden de dártelo hecho o hacerlo por ti. Cuando alguien te lo hace o te ayuda bastante, la ilusión de volver al lugar de infante y vivir con tu madre o padre, u otras figuras de apego, aquello de lo que, consciente o inconscientemente, sentiste carencia; parece que va a poder satisfacer un anhelo muy profundo. Parece que la solución es que te lo hagan y eso es lo que te pide el cuerpo, “dejarte querer” y que te lo hagan. La primera sensación que se recibe se siente muy cómoda, pero la siguiente ya no se siente tan cómoda porque siembra la duda de si yo sería capaz de hacerlo por mí misma/o. Y en cuanto no me siento capaz, ya podemos comprobar la misma dependencia que genera una droga: nunca te satisfará pero sientes que la necesitas. Y para eso hay otras personas que su anhelo es sentirse necesitadas o se quedaron con el anhelo complementario: no pudieron vivir la infancia de su prole como les hubiera gustado.

 

Lo siento mucho, comprendo perfectamente ese anhelo de vivir más tu infancia con tu madre y/o tu padre, y el anhelo de una madre o un padre, de vivir más la infancia de sus hijos/as, y entiendo que cueste mucho soltar, aunque mientras no renuncias al anhelo de lo que no pudo ser, te pierdes aprovechar lo que fue y lo que es. No es compatible refugiarte en ser niña/o y en que te lo hagan, con tener tu propia vida.

 

Por eso: Que no te lo hagan, tú puedes. Renunciar a lo que no pudo ser posibilita aprovechar lo que fue y lo que es. La primera función de una persona adulta es sostener el propio dolor y salir del que te lo hagan. Sostener el propio dolor invita a mirar cómo me identifico falsamente con heridas del pasado que no son reales, ayuda a desmontar toda la estructura de mecanismos de defensa (incluida la compensación) construida sobre las heridas infantiles, basadas casi con toda seguridad en fantasías de querer salvar a figuras de apego o hacer felices a mamá y/o papá. Esto nunca pasará de ser un anhelo porque no está bajo nuestro control la felicidad de otras personas, pero sí la propia felicidad.

Que no te lo hagan; la felicidad es tomar el camino propio y hacerte cargo de lo único de lo que puedes realmente hacerte cargo como persona adulta: de ti (salvo que cuentes con descendencia efectivamente dependiente y te recomiendo que la dejes crecer); para que la vida no te pase a ti sino que suceda por y para ti.

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