UNO DE LOS NUESTROS: EL PERPETRADOR
"He decidido apostar por
el amor.
El odio es una carga
demasiado pesada."
Martin Luther King.
“El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”, dice el proverbio, pero no sólo tendría que conocerla, sino que tendría que entenderla, es decir, tendrá que vivirla y madurarla en propias carnes antes de poder ir más allá y dejar eso en el pasado. Puesto que la célula de las sociedades es la familia, cualquier familia que no conoce su pasado estará condenada a repetirlo.
Si no es en todas las familias, asumo que en la práctica totalidad de las familias hubo/hay víctimas y perpetradores. Y la mía no es una excepción, aunque parece que no hubiera pasado en mi familia o que no fueran realmente de los nuestros, el hecho es que ninguna de las dos partes nos es ajena a nuestra naturaleza humana. Margarita Landi, la misma criminóloga que noveló el asesinato de mi tía abuela, manifestaba en la tv en 1988 que “todos somos capaces de matar”. Es obvio que tanto víctima como perpetrador son uno de los nuestros, de hecho, algo muy nuestro hasta que no le hagamos un sitio y sea ya innecesario repetir la infinita cadena y condena: perpetrador-víctima-perpetrador-… Tanto perpetrador como víctima no surgen en el vacío sino que son producto de nuestras estructuras sociales y responden a nuestra propia naturaleza compartida, en todas estas personas que representan estos papeles nos entendemos mejor.
Ni siquiera hablo de perdonar porque quién soy yo para eso. Entonces antes tendría que juzgar y eso nunca me satisface. Deseo tanto dejar de hacerlo. Para juzgar he de situarme como si yo no fuera parte, situarme fuera y lo que juzgo como externo a mí, y ¿es eso realmente honesto?
Yo soy esa “H”
de Martín H, porque soy “demasiado humana” - que dijo Nietzsche.
En mí confluyen todos los ríos y afluentes de la humanidad, en mí confluyen
víctima y perpetrador, y me gustaría poder decir como Gabriel Celaya – “Hago
mías las faltas…”- pues según Camille Sée: “Dicen que la historia se repite, lo
cierto es que sus lecciones no se aprovechan”.
Quiero hacerme consciente de que me nutro de ambos ríos, abrirle el corazón a acoger y absorber ese dolor tanto de la víctima como del perpetrador, pues perviven en mí; la humillación, la rabia, la desesperación o el sentirse descorazonado; absorber el golpe y no descargarlo para no ser parte del movimiento en dominó de víctima a verdugo, de verdugo a víctima… Quiero comprender y acoger el dolor de la víctima y el perpetrador para que no sea necesario repetirlo más. Cuando entendamos, abracemos y amortigüemos en propias carnes ese dolor, llegará un momento en que la crítica y el juicio sean ya innecesarios, integraremos ese dolor o ese odio, sin echarlo fuera, reconociéndonos en él, y reconociéndoles como seres humanos de los nuestros, para superar el juego de la víctima y del perpetrador.
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