AMARSE PARA AMAR EN VEZ DE LA TRAMPA DE LA AUTOESTIMA: EL FIN DEL AUTORECHAZO Y EL FIN DE LA CULPABILIDAD
Honestamente, más que tenerme en alta estima o tener un elevado concepto de mí, agradezco amarme, amar mis luces y mis sombras, y atenderme. Porque la manifestación clara de que me amo, es dedicarme tiempo, responderme y disfrutarme plenamente, también con lo que no me gusta de mí; sostenerme y tomar la vida por y para mí.
A menudo confundimos esto con tenernos en alto
concepto, lo cual suele volverse vano, de vanidad, y hostil. Buscar mantener
una elevada autoimagen, frecuentemente conlleva dejar más cosas en la sombra de aquello en lo que no nos gusta mostrarnos y reconocernos, pero que ahí queda acechando en la sombra. Frecuentemente para
dar ese autoconcepto nos forzamos y criticamos cuando nos salimos de esa
“norma” que corresponde con la autoimagen que nos queremos dar. De esta manera
nos rechazamos interiorizando los rechazos que alguna vez percibimos. En el mejor de los casos, el autoconcepto se convierte
siempre en algo limitante porque no hay nada más parcial que tener un concepto
determinado de ti, sea el que sea. Y estimarse se entiende en la práctica las
más de las veces como valorarse o evaluarse, es decir, juzgarse, en vez de
apreciarse y amarse.
¿Pero qué clase de amor es el que se otorga por
dar cierta talla: ser guapo, lista, bueno, destacada, complaciente? ¿Una clase
de “amor interesado”? ¿Quién te ama, te ama por una razón? No hay razón para el
amor, el amor es el motivo.
Por eso, hace ya algún tiempo que utilizamos el
concepto de “autocompasión”, propuesto por Kristin Neff, que quizás podríamos
traducir mejor por “amarse” y mostrar humanidad por uno mismo, pues no tiene
nada que ver con autocompadecerse. Se trata de permitirnos ser, dejar de juzgarnos
y reprocharnos, para entender que nuestras críticas y auto-rechazo nos hablan de
lo que nos duele, y entonces, comprendernos y acoger el dolor con nuestra
ternura. Para ello Kristin Neff describe 3 pasos: 1- “Eso duele”, 2- “Soy
humana.” ”No estoy solo.” “Y aprendo de ello y me supero a mi ritmo”, 3-“¿Qué
necesito?” ”Merezco apoyo, me brindo humanidad, busco solución y dispongo los
recursos que preciso.” Para desarrollar la virtud de mostrar humanidad y amar, he
de practicarlo primero conmigo: acoger el dolor significa que podemos sentir la
vida y entender otras vidas porque soy humana y sé lo que es.
Además de que sería injusto juzgarme o criticarme,
nunca será de ayuda para dar lo mejor de mí. Lo que sacará lo mejor de mí, es
amarme, comprenderme, confiar en mí, alentarme y enfocarme en el siguiente paso
que me toca dar dentro de mi camino de aprendizaje, dentro de mi capacidad de
acción, que es la verdadera responsabilidad.
Al fin y al cabo el autoconcepto es sólo un
juicio de valor y es sencillamente falso. No importa el concepto que tenga de
mí, lo que he de saber es que no es eso lo que soy.
En realidad esa culpabilidad procede de la
vanidad, de la ilusión o fantasía de creer que podemos encargarnos de lo que no
nos corresponde. Si me ocupo sólo de lo que está en mi mano, dentro de mis
capacidades y de mi margen de acción, podré hacerlo y será cuestión de
responsabilidad en vez de culpabilidad. Por el camino de tratar de agradar para
agradarnos, de ser “mejores”, y de brindar ayuda y felicidad a otros, perdemos
lo que sí está en nuestra mano. ¿A quién está en tu mano hacer feliz?
¿En la vida las personas felices lo son porque
son perfectas? ¿Lo son porque no les suceden acontecimientos adversos?
¿Entonces por qué son felices? ¿No será la felicidad más que nada una actitud?
Si la felicidad es sobre todo una actitud o una disposición de la mente, entonces
es nuestra elección, y en consecuencia nuestra verdadera responsabilidad.
Si quieres hacer algo por los demás, haz algo por
ti. Como Prometeo puedes sacar de las tinieblas la luz y traerla contigo, y si
tú tienes luz para ti, la darás sin querer. Toma felicidad, porque tiende a
expandirse a todo lo demás.
Para que todo funcione como si fuéramos un
equipo - pues vivimos y nos desarrollamos en sociedad, y la vida se nutre de la
vida - es necesario y suficiente con que hagas tu parte dentro del equipo y no
pretendas hacer la de otra persona.
No tengo por qué sentirme culpable, por no hacer
felices a los demás. De la misma manera, no me corresponde juzgar lo que no
depende de mí, pues desde mi posición veo parcialmente. Con lo cual la próxima
vez que no me guste algo, me plantearé, una de dos: qué es lo que está en mi
mano cambiar o qué tengo que aceptar, porque tampoco sé lo que más conviene, al
no tener una posición que me permita ver todo el cuadro.
Es un descanso y seguridad dejar las cosas en
manos de quien corresponde. Si queremos ayudar a la otra persona en lo que no
está dentro de nuestro margen de acción, lo que podemos hacer es mostrar buena
disposición abriéndonos, compartiendo. El amor no es protección (que refleja
desconfianza) sino creer en la otra persona.
No me cabe la menor duda de que eres una persona
digna de amor y de atención. Y ese amor y atención está a tu disposición dentro
de ti, es algo de lo que eres capaz, al igual que la felicidad.
Toda persona que quiera estar sana y hermosa como
una lechuga oronda, ha de amarse y apasionarse consigo, y por ende con la vida,
con el planeta y con el universo (pues es parte de él), de forma que se diluyen
todos los miedos, y así ser ella misma. Procurarse a cada momento felicidad a
manos llenas, que es la verdadera energía renovable fundamental, ilimitada y
expansiva; cuanto más usas de ella, más tienes. Procurarse mimos, ternura,
risas, sentido del humor, que es lo mismo que sentido de la vida, y diversión, ¡con
muchos efectos colaterales!
Y ahí tenéis el elixir de salud completa que no
encontraréis en el triste estante de ningún supermercado o farmacia, sino en
los estantes plenos y radiantes de vuestro interior.
Comentarios
Publicar un comentario