RAZONES PARA PERDONAR
En estos tiempos que corren en los que sería tan fácil condenar, me atrevo a lanzarme al elogio del perdón.
Planteémonoslo:
¿Cómo sería perdonar? ¿Te sentaría bien? ¿Haría bien a ti y a otras personas?
¿Significa resignarse y consentir, o significa comprender para avanzar?
Atendiendo a la salud, el perdón es un factor
clave de bienestar y salud mental, pues implica el desarrollo de funciones
superiores del cerebro. Según recientes investigaciones en la neurobiología del
perdón, pocos actos son, en realidad, tan saludables. Este estado mental al que
podemos llegar, no sin relativo esfuerzo, meditación y voluntad, reconduce
positivamente el estrés y emociones como la ira, la vergüenza, etc. Pero además, la
neurociencia nos señala que este proceso es capaz de modelar y perfeccionar el
cerebro.
Perdonar no
significa aceptar que un comportamiento fue el adecuado, ni ignorar un daño que
ya está hecho. Sin embargo, puedes notar cómo te atrapa la carga de “las
cuentas que reclamas”, de lo que aún no has perdonado.
Perdonar es
no entramparse en el resentimiento. Es poder abrazar lo que es ahora, no resistirse a
tomar lo que tenemos ahora según es, para poder seguir aprendiendo y avanzando.
Nos libera y nos redime del pasado para poder seguir caminando con lo que hay
hoy. Date cuenta de que has de elegir; el camino te obliga o a decir adiós a tu
pasado o adiós a tu presente. Merece la pena, más que llevar la razón,
seguir aprendiendo y mejorando, seguir libremente nuestro camino.
Perdonar sirve para
liberarnos, a la otra persona, y a nosotros mismos y seguir adelante. Significa
reconocer que todas las personas nos equivocamos, que hacemos lo que podemos o
sabemos en cada momento con la información y herramientas con las que contamos
en ese momento. Seguro que se equivocaron contigo en el pasado, pero sólo son
responsables en la medida de lo que sabían y podían hacer. No te lo hicieron a ti,
al menos no conscientemente y a sabiendas, porque entonces no podían comprender.
Si se equivocaron contigo, perdónales porque no saben lo que hacen. Tú puedes
poner la comprensión que falta. No prolongues su ceguera, ni consintiendo ni
reaccionando a ella. Ahora podemos empezar a ver, a vernos, y ahora podemos dejar
de ser víctimas y tomar las riendas de lo que puedo hacer a cada paso que me
toca en mi desarrollo. Perdonar es desanudar el miedo, la impotencia de no creer en ti. Te dañas si crees que esa equivocación te
tiene en sus manos.
Perdonar está reñido con consentir. ¿A quién le haríamos un
favor consintiendo? En su lugar supone enfocar lo que tenemos que aprender;
aprender el auto-respeto y consideración que esperamos y que son necesarios
para hacernos respetar. Porque perdonar supera el esquema de víctima y verdugo
para devolvernos nuestro poder y para reencontrarnos en la otra persona como “uno
de los nuestros”, como
decíamos en una entrada de este blog que lleva ese título. Condenando, nos condenamos ya que nada nos es
ajeno a nuestra naturaleza humana.
Por eso, a menudo, perdonar desemboca en perdonarse. Sólo el amor comprende y da alas en vez de
culpas, y así procuro perdonar para perdonarme y abrir las cadenas. Sólo a
partir de la equivocación, sólo a partir del resentimiento que cede, es como profundizaré y llegaré a la verdadera comprensión y perdón.
Perdonar es comprender, aprender a conjugar todo lo que es y todo lo que soy, aprender a conciliar para estar en paz. Lo que sucede no tiene por qué ser "culpa de alguien", porque tú lograrás hacer que sea "gracias a todo".
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