DE LA “PERMANENCIA DEL OBJETO” DE PIAGET A LA PERMANENCIA DEL AMOR: EL FINAL DEL APEGO Y EL PRINCIPIO DE LA SEGURIDAD



Poetas de todos los tiempos no han hecho otra cosa que tratar de responder a la angustia humana que dejan huérfana los poderosos, “los hombres” de los púlpitos, incluso de los púlpitos científicos. Han tratado de recomponer el sentido fragmentado del ser humano según lo hemos concebido, asomándose al propio misterio.

Piaget describe las etapas de desarrollo intelectual del bebé al adulto, siendo la permanencia del objeto la base del posterior pensamiento conceptual en el que manejamos una representación del objeto a nivel mental. La “permanencia del objeto” se refiere a que el bebé va progresivamente aprendiendo que cada objeto tiene una entidad propia (distingue objetos y los reconoce), posteriormente va aprendiendo que el objeto no pierde su integridad aunque no alcancemos a verlo completo, hasta llegar a aprender que si un objeto desaparece de su vista,  éste no deja de existir. El intelecto puede así reproducir en su interior la misma forma de relacionarse (con seguridad o con ansiedad) sustituyendo el objeto por su representación.

Este desarrollo intelectual basado en conceptos sirve para responder a nivel de objetos, pero la cosa cambia cuando de sujetos se trata aunque inconscientemente los objetivemos. Porque el sujeto es el principio de toda su realidad a través de su percepción; es el mismo centro de la epistemología del conocimiento.

Como Piaget explica, de forma incesante en el aprendizaje tras un periodo de acumulación se llega a una tensión y sufrimiento por acomodar la nueva información que desborda los viejos esquemas mentales, y produce un desajuste entre los viejos aprendizajes y los nuevos que pugnan por abrirse paso frente a la resistencia de los anteriores. Continuamente llega un momento en el que se produce un desajuste entre aprendizajes anteriores y posteriores en la fase intermedia de acumulación, entre las recurrentes fases de asimilación y acomodación, y es en esta fase en la que sufrimos, y si podemos, lloramos naturalmente como el bebé.  El aprendizaje humano no se estanca nunca, con lo cual, ¿por qué habría de quedarse en el desarrollo intelectual que se basa en el tratamiento de objetos? ¿De qué sirve un desarrollo del intelecto si no va seguido de un desarrollo integral, espiritual de la persona?,¿de qué vale el desarrollo de la inteligencia si no resulta en responder a las necesidades más profundas del ser humano?

La permanencia del objeto puede verse como una metáfora perfecta, como un fractal que se repite, en el desarrollo integral. Primero el bebé llora si tiene que soltar el objeto de sus manos, pero a medida que se lo devolvemos o se lo mostramos ante sus ojos, se va quedando tranquilo. Cuando ha adquirido la noción de que no lo pierde por soltarlo de sus manos, sino que puede así manejarse mejor y volver después sobre el objeto pues puede seguirlo con la mirada, a continuación comienza a costarle soltarlo de su mirada. Entonces si cubrimos parcialmente el objeto, llorará hasta que se acostumbre a que puede volver a verlo entero, y así va adquiriendo la noción de que al objeto no le pasó nada porque no alcance a verlo por completo. - ¿No partimos igualmente de querer controlar la cercanía física con nuestros seres queridos y tememos perderles si no les vemos? - Después podremos acostumbrar al bebé a que guardamos el objeto y lo recupera más tarde. A pesar de sus llantos cuando lo guardemos, es de esta manera como poco a poco va adquiriendo la permanencia de objeto, por la constancia que conserva de él a través de su representación mental pues puede comprobar que el objeto no desaparece por ocultarse de su vista, sólo está guardado o en otro lugar. En este momento, el bebé puede aún mantenerse agarrado al objeto; pasa de agarrarlo con las manos, a agarrarlo con la vista, y a continuación, a agarrarlo con la mente. – De la misma manera podemos mantener un control en nuestra mente de sujetos objetivados. - Puede agarrarlo o no y esto dependerá de su ansiedad ante la noción que ha adquirido de separación después de su primera etapa de indiferenciación (en la que el bebé no experimenta tal separación, ni experimenta objetos como tales, con entidad propia). ¿Es entonces una realidad la separación o una forma de manejarnos a nivel intelectual con objetos? A ti, sujeto que estás leyendo esto te pido que te cuestiones: ¿dónde acabo yo y empiezas tú?, ¿dónde acabas tú y empiezo yo?

El apego es esa aprensividad, esa dependencia, ese agarre que sentimos la necesidad de mantener, aunque es innecesario si no concebimos separación primero. Concebir separación es igualmente innecesario, por más que en el plano material podamos operar con una noción de diferenciación y de separación, es sólo algo que didácticamente fabrica nuestra mente para tratar con objetos y con conceptos. Pero los sujetos somos más que objetos o conceptos. Adquirir la permanencia, la confianza, pero esta vez la permanencia y confianza del amor, es terminar por fin tanto con el apego, como con el desapego, pues el desapego puede suponer una desimplicación con la vida, aprendida como reacción al sufrimiento vivido en el apego. El “no apego”, sin embargo, consiste en saber relacionarse con objetos, y con los sujetos que hemos convertido en objetos para nuestra satisfacción, conscientes de que hay mucho más que la forma y la apariencia, y que no es eso lo importante. También prefiero hablar de “no apego” que del “apego seguro”, pues éste último es una contradicción en sus términos, ya que el apego es la base de la ansiedad, comenzando en la ansiedad por separación y continuando con todos los miedos, relacionados con pérdida o carencia. No puede haber seguridad en la dependencia que supone el término “apego”. Para sortear esa connotación deberíamos hablar de “vínculos seguros”, de “permanencia del amor”.

El no apego seguro, es concebir la permanencia del amor, e implica compartir esta confianza, porque el amor es apreciar y creer en la otra persona, en lugar de transmitir nuestros miedos. Pero como los tenemos, si no los tratamos, los transmitimos sin querer.

Puedes sentir soledad en compañía de mucha gente y puedes sentirte en compañía sin ninguna persona cerca físicamente, porque la verdadera cercanía se produce sólo en la unión del amor, y esta completa conexión, incluso con seres queridos que ya no están, logra atajar la angustia y el miedo. No hay pérdida en el amor porque nada escapa al auténtico amor. En Turquía se dice “no me has podido echar de menos porque si me amas, me llevas dentro de tu corazón”.

¿Por qué la vida no nos da todo lo que queremos, cuando queremos y como queremos? Porque así nos enseña que lo que buscamos fuera, en realidad no está ahí, sino que lo tenemos dentro. No se trata de lo que nos dan, se trata de lo que somos. A una persona que le damos todo, la desvalorizamos porque ella misma es lo valioso y todo eso que le damos a su lado (o al lado de lo que somos sin necesidad de dar) son en realidad baratijas que pueden confundirnos.

Enseña y aprende la permanencia del amor, que no depende de si hay una separación material, y así cuando llegue el momento en que no estés físicamente presente, la otra persona ya habrá descubierto que te lleva dentro. No se separa lo que nunca estuvo unido, y lo que realmente estuvo unido, igualmente no se separa.

Abre tu corazón y guárdalo en tu corazón, y siempre estará ahí donde lo has dejado.

A Elenita no sujeta

Elenita que bordas cuentos

como están bordados los árboles

de puntillas de ensueño.

¿Qué tienes, Elenita?, ¿otro vuelo

de pluma de tinta

que apremia tu acento?

¿Qué pasó por tu lado, un viento?

Te voy a contar tu cuento:

Había una vez una niña de luz

alada por su deseo,

que en rumor de pinos y brumas

hizo su hogar de sueño.

Tan presta al azul

como tan presta al negro,

brotaban las flores

como brotan los versos

y la dicha y la sombra

conjugaba ella en ellos.

Acouga, Elenita,

el Amor es más grande

y también es más fiero,

es la luz que te alza

y socava por dentro,

que te expande y extiende

como trueno.

El Amor es más grande

que cualquier sufrimiento,

cuando todo se va

queda amor como aliento.

El Amor es rodante

y eres tú su epicentro.

Como de él eres parte,

el Amor es más grande

y también es más pleno

porque no tiene objeto

ni tampoco sujeto;

cuando todo se pasa

queda sólo lo eterno.


Margarita Camba Fontevedra

 

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