LA COMPASIÓN DE JESÚS (Entre paréntesis aclaraciones para los más mayores, que les cuesta más pillarlo)
Jesús se aburría, no había nada ya que le agradara. Estaba acostumbrado a que alguien o algo siempre le distrajera; por ejemplo la tele, la play, su madre y su padre haciéndole carantoñas… Parecía que el mundo estaba ahí para hacerle las gracietas. (Pesaba sobre él “la maldición del hijo deseado”: “¿Qué te falta, bonito?”, ¡chan-chan-chan-chán!:) ¿Pero para distraerle de qué? ¿De qué creéis que habría que distraerle? ¿De la vida, que mientras tanto se escurre sigilosa sin que nadie se entere?
Ese día se había quedado solo en casa. Afuera llovía, la tele reproducía lo de siempre, al igual que la play y el móvil. Ese día se daba más cuenta que nunca de que ya sabía de sobra lo que allí iba a encontrar. Sentía que había llegado a su límite, que nada le divertía, que no había nada que mereciera la pena. Creía que él era la persona más desgraciada del mundo. Y le dio por pensar que había algo incorrecto en él y que ninguna persona querría ser su amiga… ¿Pero por qué? Quizás os preguntaréis por qué nos dará por pensar esas cosas…
El caso es que, como cada vez estaba más convencido de que había algo incorrecto en él, corrió al espejo a revisarlo. Entonces se miró en el espejo y como no sabía lo que buscaba de incorrecto en él, se miró al fondo, más allá de la piel, muy al fondo… y se vio por primera vez a él… ¡Estaba ahí!, ¡siempre había estado ahí!, ese chico tan majo con el que estaba pasando la vida. Vio a ese niño que le miraba con grandes ojos aguados, y vio también su inocencia, su dulzura… Se vio con sus luces y con sus sobras, ¡que le daban relieve!; sus luces tomaban más importancia porque tenía sombras que contrastaban con ellas, y empezó a apreciar sus bellas imperfecciones de artesanía… Y lloró… pero no con pena, sino con emoción, con alivio y con ternura. Era la primera vez que se veía y se daba cuenta del cariño que se tenía... ¡se alegraba de verse! Y se sintió vivo y hermano de la vida; ¡conmovido, movido a hacer algo, algo más que sentir pena o alegría!
Las lágrimas lavaron sus ojos y empezó a ver en el espejo y a sentir en su interior una luz, un calor, llamear en su pecho, alumbrando y coloreando todo. Era lo más flipante y divertido que le había pasado nunca (decidió que con esto nunca iba a necesitar drogas, ni otras distracciones o adicciones). Y de repente empezó a escuchar a la llama, que le cantaba: “eh, no te quedes ahí”, ¿o era “Hay un amigo en mí”?, ¡ya no recuerdo lo que le cantaba! (Es necesario que quien cuenta o se cuenta el cuento, lo cante a viva voz, y haga las adaptaciones necesarias ;) )
Impelido por el calor en su pecho salió a la calle, y la suave llovizna refrescó todo su ser, cada vez más limpio de miserias y de contaminación urbana, como lava la lluvia los edificios. Así con los ojos claros pudo descubrir a sus congéneres, que se afanaban unos en distraer y otros en ser distraídos (muchos hacían compra-venta de ello). Por primera vez sintió compasión por ellos; esa compasión con la que su padre le había cogido tantas veces en el regazo cuando se caía mientras aprendía a andar. Y las personas a su paso y a su mirada, sentían que eran vistas realmente, con sus luces y con sus sombras por igual, ¡y con igual fascinación! Sentían que eran acariciados por su mirada y por su sonrisa. Qué gusto que les veía y los demás le veían, y esto le daba gran energía y motivación para sacar lo mejor de sí. Y podía ver que en las siguientes ocasiones, ya se iban alegrando de verle cada vez más, y de esta forma nunca le faltaron amigos y amigas para jugar y disfrutarse.
Y así Jesús pudo seguir continuamente mirándose en el espejo de sus congéneres y seguir flipando, y siempre se le ocurría una forma de colaborarles a que descubrieran y disfrutaran lo mejor de sí, como él lo hacía inventándose un montón de juegos, pero para enfocar sobre lo que cada quien lleva dentro en vez de para distraer.
Pero bueno, ya se sabe, los cuentos, cuentos son… ¿Te distrajo o te enfocó?
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