RETOMANDO LA VIDA A PARTIR DEL TRAUMA

 



La vida duele porque estamos vivos y a veces ese dolor es imprevisto, desbordante, intrusivo y sin escapatoria, para lo cual el alma inventa la escapada del trauma con una desconexión, falta de consciencia y/o de memoria, bloqueo, o una disociación, fragmentación interna o salida del cuerpo. Algo de ti se cierra, se congela, se va o se desconecta. En el mejor de los casos, una sacudida del cuerpo descarga la energía de tensión que tuvo escapatoria.  

Reconocer las características del trauma permite poner presencia y empoderamiento donde hubo ausencia e indefensión, y convertir esta experiencia en una experiencia enriquecedora. Sólo se aprende de la vida por lo vivido y la experiencia del trauma puede ser realmente reveladora. De hecho Claudio Naranjo sostenía que “Un chamán es alguien que siente demasiado sus heridas. Todos nacemos heridos, por el impacto de nacer al mundo. La mayor parte de la gente se adapta, pero el chamán es el extremo contrario: tiene demasiado contacto con su experiencia. Y ese descontento le lleva a que no le queda otra opción que arreglarse el alma, encontrando en ese camino cosas que otros no encuentran.”

El trauma no se define tanto por el tipo de evento vivido sino que por ese “sentir demasiado la herida”. Y puede reconocerse en los siguientes puntos según la intensidad en la que se dio ese desbordamiento inescapable, y con el factor importantísimo de si esa energía pudo en algo descargarse o encontró algún apoyo o recurso en el momento o hasta la fecha:
1.      Bloqueo: se quiere lo uno y lo contrario con un inmovilismo, agotamiento y falta de energía resultante, que se manifiestan en una o varias áreas de la vida. Tendencia a un estado de inmovilidad pero con tensión retenida.
2.       Congelación: hay partes de la persona que se quedaron perdidas en ese momento del tiempo, ese inmovilismo está fijado a determinada edad y buena parte del temperamento y pautas comportamentales están cristalizadas o congeladas en esa edad.
3.       Disociación: desconexión de sus sentimientos, desimplicación con la vida o con ciertas áreas, dureza y/o apatía, “ausencias”.
4.       Evitación de ciertos ámbitos de la vida, como relaciones, emociones, no querer hablar de la infancia y adolescencia.
5.       Lagunas o borrado en memoria de episodios de la vida.
6.       Pesadillas con sobresaltos, agitación o hablar en sueños.
7.       Se retiene, se mantiene activa, o se despierta a menudo esa energía del trauma con un estado más o menos permanente de activación o alerta vigilante, estrés continuo, frecuentemente con sensación de indefensión e impotencia. Enlaza con sentimientos de culpa y/o vergüenza que son fácilmente despertados.
8.       Pueden recibirse diagnósticos de depresión ansiosa, trastorno de la personalidad como t. límite, t. evitativo, Trastornos del apego (problemas a la hora de establecer vínculos estables, se pueden observar dificultades en el contacto íntimo o en cualquier clase de contacto) o Trastornos psicosomáticos como fibromialgia (en muchos de todos estos trastornos el origen puede estar en un trauma).
9.       Repetición compulsiva de elementos del trauma: se repiten compulsivamente situaciones de riesgo o formas insanas de relación por las que se siente dependencia, y que remiten una y otra vez a la situación traumática que se sufrió: anhelo por figuras de apego que no puede satisfacerse, esperar que te salven, y recrear esas condiciones para que te salven. Pero nunca es suficiente porque no hay consciencia de ello. Habitualmente se dan también otras compulsiones como adicciones y dependencias en general.
10.   Probable componente heredado del trauma (traumas de separación, pérdida o abandono, como orfandad por ejemplo, en sus ascendientes) o trauma intrauterino (estado de la madre durante la gestación de la persona).
11.   Aparente desimplicación pero en efecto se da un encadenamiento a la familia de origen, una sobre-implicación compensando o estando enredado en asuntos de la familia de origen.
12.   Aparente sumisión que pasa a explosiones de rabia, grandes rupturas (“ruedan cabezas” metafóricamente hablando) o apartarse totalmente de todo, aislamiento.

La vida conlleva traumas porque al darnos la vida, nos la legan como la recibieron, ya con traumas. La vida incluye heridas reveladoras de las raíces profundas de nuestra existencia. ¿Hasta dónde quieres ir? A veces no conseguimos vivir sin llegar hasta el final.

No tienes por qué transitar en soledad todos los movimientos que requiere la integración de esas experiencias para digerirlas y que revelen su enseñanza, excretando los desechos. Actualmente eres la persona adulta que puedes disponer de los recursos y apoyos que necesites.

Aprendemos a ser la persona adulta que necesitábamos entonces, la parte adulta que puede responder a la parte tierna que se quedó congelada o rota en una determinada edad, responder a nuestra criatura interior herida poniendo presencia y empoderamiento. Ahora la parte adulta va a rescatar a la parte bebé que se quedó perdida en la experiencia, tomándola de la mano, acompañándola en el digerir esa experiencia, mirando y asimilando esa experiencia a su ritmo, explicándole, abrazándola, apoyándola y brindándole todos los recursos que necesite.

Al final se trata de que, como personas adultas, nos hagamos cargo de nosotras mismas. Se trata de darnos cuenta de que sí podemos. Podemos dejar lo que no pudo ser para tomar y disfrutar lo que sí pudo y puede ser. Darnos cuenta de que merece la pena tomar la vida con todo lo que la vida es, en vez de por partes, con todas sus experiencias formando parte de lo que la vida es, ni un completo drama, ni una película rosa.

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