ALGO MÁS QUE PENSAMIENTO POSITIVO: ¿VIVIR O MORIR?
¿Hay
alguien al volante de tu día?, al volante que es tu atención. Porque donde
coloques tu atención, ahí se dirigirá tu experiencia. Sostener la atención, por
ejemplo hacia tener un buen día, mantiene la dirección y el enfoque que
favorece que puedas disfrutar tu día, mientras que si tu atención se desvía de
tu dirección o vaga, tiendes a salirte del camino, del hilo conductor que da
sentido a tu viaje. Pero tampoco se trata de mantener un “programa cerrado de
fiestas” o de vivir tu viaje según un mapa que te has trazado, pues alguien dijo
ya que la vida es lo que sucede mientras hacemos planes. No se trata de ejercer
control y manipulación para que salga como tú has previsto, sino de abrirte a
aprender, y de practicar la verdadera inteligencia de sacarle el jugo a tus
experiencias.
¿Acaso no
depende de ti tener un buen día? Sí, está en tu mano, y eso es empoderamiento y
responsabilidad (capacidad de respuesta). Y no significa hacerte cargo de todo,
sino de lo que está en tu mano y saber que con eso es suficiente, que no has de
preocuparte de más. No laboras por tu cuenta, cargando con el mundo a tus
espaldas, sino que te abres a él y colaboras a su sostén y a su disfrute, desde
lo que te toca. El pensamiento positivo es el tinte con el que nos abrimos, en
vez de juzgar las cosas, a apreciarlas tiñéndolas
de nuestras ganas, formando equipo, siendo uno con lo que haces y estando
plenamente en ello.
Sin
embargo, es conocido en el mundo del teatro el gusto, que roza la adicción a
veces, del ser humano por el drama, a menudo de la mano de un romanticismo con
una atracción mortal hacia el deslumbrante resplandor de lo fatal. Es más
agradecido el drama que la comedia porque es más fácil que el público se meta,
disfrute y colabore en el drama, que el que se ría o disfrute con una comedia.
Consecuentemente, en vez del cuento de la lechera solemos montarnos el anti
cuento de la lechera poniéndonos en el peor de los casos y, como resultado,
nuestra dirección y experiencia se encaminan por ahí.
Quizás se
trate del instinto "thanatos", de muerte, del que hablaron algunos. Ese instinto destructivo
y autodestructivo que acompaña al instinto de vida en una suerte de equilibrio
acrobático. Pareciera que una parte nuestra por momentos está más dispuesta a seguir
lo marchito, lo podrido; una parte que nos susurra culpabilidad, reclama
sacrificio y se nutre en las cloacas de la oscuridad, secretamente ligada al
mismo hecho de venir a la vida como pecado original, como si desde entonces tuviéramos
un saldo pendiente que la muerte se cobrará y que pesa sobre nuestras cabezas todo
el rato. Ocultas alianzas que mantenemos a veces más con la muerte que con la
vida.
Siempre
he tenido curiosidad y me he preguntado qué decanta la balanza en uno u otro
sentido, hacia las ganas de vivir o de morir; qué determina que te vincules más
con la fuerza de la vida que llama a la vida, que con el drama y con la muerte,
con el sufrimiento baldío, con el dolor por el dolor, callado o hecho bandera,
la bandera del victimismo. Hay quien encuentra más fuerza y más poder en las
ganas de morir que de vivir. Quizás la cuestión se decante en cuál fue la
primera experiencia de vivir (“la original”) y que significó, ¿pecado o virtud?
Aún estás a tiempo de re-significarlo ahora conscientemente, ya que
posiblemente sólo fue “la equivocación original” en tu interpretación o la de
otras personas.
Las ganas
de vivir no es sólo una forma de pensar, aunque la forma de pensar
retroalimenta las ganas de vivir o de morir, y en ese discurso estructural que
mantiene nuestro pensamiento podemos rastrear las pistas de las ganas de
implicarse con la vida o las ganas de implicarse con lo baldío, con lo podrido
o con lo muerto. Las ganas de morir sobrevienen cuando uno no cree en sí mismo,
siente que no puede, que no vale, y por extensión nada vale. El pensamiento
sólo sirve a una intención o a la otra. Y si piensas que no vales estás tan en
lo cierto como si piensas que vales, también estás en lo cierto. Este balance
entre la implicación con la vida o con el abandono también está en el discurso estructural
de la familia y de la sociedad, y lo transmite y refuerza la familia y la
cultura. Compartimos una cosa o la otra.
A pesar de
todo, las ganas de vivir fácilmente encuentran alianzas y encuentran soporte. La
fuerza a menudo ya nos viene dada por el río de la vida que se renueva, por
nuestras raíces, por nuestras memorias biológicas y personales de superación, por
nuestros ancestros y por la hermandad humana con sus conquistas sociales, por la
naturaleza y por el planeta en un cosmos del que formamos parte.
Si hasta
ahora no mereció la pena, tú puedes hacer que merezca la pena; escucha la llamada,
sigue tu inspiración y desoye el resto. La grandeza está dentro de tu interior.
La respuesta siempre es crecer con la fuerza interior haciendo equipo con la vida.
FIDELIDAD
Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.
Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.
(…)Blas de Otero
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