ALGO MÁS QUE PENSAMIENTO POSITIVO: ¿VIVIR O MORIR?


El pensamiento positivo no consiste en hacerte el cuento de la lechera y que todo te tenga que salir de una  determinada manera para que te valga. El pensamiento positivo es servirse de la inteligencia para saber aprovechar y disfrutar la vida con lo que te traiga. El pensamiento positivo va más allá del prejuicio que tenemos de las cosas como buenas o malas, para saber cómo colocarlas en su sitio de manera que todo encuentra su momento y su lugar, darle un sentido, que sirva para algo. No es lo que sucede, si no cómo tomo, o qué hago con lo que sucede. El pensamiento positivo es la intención positiva que da dirección y ayuda a sostener la atención para mantener un hilo conductor que dé sentido hacia un aprendizaje, hacia una comprensión mayor de las cosas como son, hacia el crecimiento.

¿Hay alguien al volante de tu día?, al volante que es tu atención. Porque donde coloques tu atención, ahí se dirigirá tu experiencia. Sostener la atención, por ejemplo hacia tener un buen día, mantiene la dirección y el enfoque que favorece que puedas disfrutar tu día, mientras que si tu atención se desvía de tu dirección o vaga, tiendes a salirte del camino, del hilo conductor que da sentido a tu viaje. Pero tampoco se trata de mantener un “programa cerrado de fiestas” o de vivir tu viaje según un mapa que te has trazado, pues alguien dijo ya que la vida es lo que sucede mientras hacemos planes. No se trata de ejercer control y manipulación para que salga como tú has previsto, sino de abrirte a aprender, y de practicar la verdadera inteligencia de sacarle el jugo a tus experiencias.

¿Acaso no depende de ti tener un buen día? Sí, está en tu mano, y eso es empoderamiento y responsabilidad (capacidad de respuesta). Y no significa hacerte cargo de todo, sino de lo que está en tu mano y saber que con eso es suficiente, que no has de preocuparte de más. No laboras por tu cuenta, cargando con el mundo a tus espaldas, sino que te abres a él y colaboras a su sostén y a su disfrute, desde lo que te toca. El pensamiento positivo es el tinte con el que nos abrimos, en vez de juzgar las cosas,  a apreciarlas tiñéndolas de nuestras ganas, formando equipo, siendo uno con lo que haces y estando plenamente en ello.

Sin embargo, es conocido en el mundo del teatro el gusto, que roza la adicción a veces, del ser humano por el drama, a menudo de la mano de un romanticismo con una atracción mortal hacia el deslumbrante resplandor de lo fatal. Es más agradecido el drama que la comedia porque es más fácil que el público se meta, disfrute y colabore en el drama, que el que se ría o disfrute con una comedia. Consecuentemente, en vez del cuento de la lechera solemos montarnos el anti cuento de la lechera poniéndonos en el peor de los casos y, como resultado, nuestra dirección y experiencia se encaminan por ahí.

Quizás se trate del instinto "thanatos", de muerte, del que hablaron algunos. Ese instinto destructivo y autodestructivo que acompaña al instinto de vida en una suerte de equilibrio acrobático. Pareciera que una parte nuestra por momentos está más dispuesta a seguir lo marchito, lo podrido; una parte que nos susurra culpabilidad, reclama sacrificio y se nutre en las cloacas de la oscuridad, secretamente ligada al mismo hecho de venir a la vida como pecado original, como si desde entonces tuviéramos un saldo pendiente que la muerte se cobrará y que pesa sobre nuestras cabezas todo el rato. Ocultas alianzas que mantenemos a veces más con la muerte que con la vida.

Siempre he tenido curiosidad y me he preguntado qué decanta la balanza en uno u otro sentido, hacia las ganas de vivir o de morir; qué determina que te vincules más con la fuerza de la vida que llama a la vida, que con el drama y con la muerte, con el sufrimiento baldío, con el dolor por el dolor, callado o hecho bandera, la bandera del victimismo. Hay quien encuentra más fuerza y más poder en las ganas de morir que de vivir. Quizás la cuestión se decante en cuál fue la primera experiencia de vivir (“la original”) y que significó, ¿pecado o virtud? Aún estás a tiempo de re-significarlo ahora conscientemente, ya que posiblemente sólo fue “la equivocación original” en tu interpretación o la de otras personas.

Las ganas de vivir no es sólo una forma de pensar, aunque la forma de pensar retroalimenta las ganas de vivir o de morir, y en ese discurso estructural que mantiene nuestro pensamiento podemos rastrear las pistas de las ganas de implicarse con la vida o las ganas de implicarse con lo baldío, con lo podrido o con lo muerto. Las ganas de morir sobrevienen cuando uno no cree en sí mismo, siente que no puede, que no vale, y por extensión nada vale. El pensamiento sólo sirve a una intención o a la otra. Y si piensas que no vales estás tan en lo cierto como si piensas que vales, también estás en lo cierto. Este balance entre la implicación con la vida o con el abandono también está en el discurso estructural de la familia y de la sociedad, y lo transmite y refuerza la familia y la cultura. Compartimos una cosa o la otra.

A pesar de todo, las ganas de vivir fácilmente encuentran alianzas y encuentran soporte. La fuerza a menudo ya nos viene dada por el río de la vida que se renueva, por nuestras raíces, por nuestras memorias biológicas y personales de superación, por nuestros ancestros y por la hermandad humana con sus conquistas sociales, por la naturaleza y por el planeta en un cosmos del que formamos parte.

Si hasta ahora no mereció la pena, tú puedes hacer que merezca la pena; escucha la llamada, sigue tu inspiración y desoye el resto. La grandeza está dentro de tu interior. La respuesta siempre es crecer con la fuerza interior haciendo equipo con la vida.

FIDELIDAD

Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.

Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.

(…)Blas de Otero

 

 

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