DIME QUÉ PIENSAS DE LA MUERTE Y TE DIRÉ CÓMO VIVES

(cuadro de Alejandro Mos Riera)

Me había propuesto abordar el tema de la agresividad y la violencia, sus diferencias y sus raíces, e irremisiblemente he desembocado en las inseguridades provocadas por los traumas o impactos en la vida, cuyo núcleo fundamental se refiere a muerte, pérdida o separación.

Creo que el gran paradigma de todos los traumas y de buena parte de las enfermedades, es el creer en esa muerte lúgubre que nos imaginamos, porque dependiendo de las circunstancias de la muerte, puede vivirse como la más radical pérdida o separación. Así que todos los traumas en realidad nos estarían remitiendo al trauma por excelencia: el shock biológico de la imposibilidad de sobrevivir en un momento dado, con todos los presupuestos para la supervivencia, como son contar con el soporte material suficiente y con el apoyo de la comunidad. Pérdida y separación son pues los significados que entroncan con esta idea macabra de la muerte.

En realidad no sé mucho de la muerte; sólo sé que no tiene por qué ser como la hemos imaginado ya que no sabemos cómo es. La muerte puede tener muchos significados, y eso sobre todo depende de todas sus circunstancias; si fue una muerte violenta, imprevista, o esperada y ya había hecho un camino de vida cubriendo sus hitos más importantes. El significado construido en nuestra sociedad a través de nuestra cultura, y también de nuestra conciencia familiar, es lo que mantiene esta muerte que imaginamos cargada de pérdida, de sufrimiento y de separación. Pero no tiene por qué ser así.

Aunque pueda resultar paradójico, en realidad la muerte no es en sí algo contrario a la vida ya que las especies perviven gracias a la renovación de sus ejemplares; unos individuos entregan la vida para dar paso a otros y reverdecer así la vida. La muerte sólo es muerte tal y como nos la imaginamos, macabra, llena de separación y pérdida, cuando no está tomando este lugar de dar paso a la renovación de la vida en la que hay continuidad, no hay pérdida ni separación. No se puede comprender la vida sin comprender la muerte, luego pues, no se puede aprovechar la vida sin darle su lugar a la muerte. Cuanto más miedo a la muerte tienes más muerto vives; de nuevo caes en aquello que evitas. Cuanto más percibimos la muerte con este tétrico significado, más cargamos esa vida, a la que dio paso la muerte, de estos significados y viceversa; si podemos vislumbrar otro significado para la muerte y dárselo con nuestra vida (haciendo que esa muerte no sea en vano) estaremos contribuyendo a una vida cargada de menos separación y pérdida para ti, y de aquí en lo sucesivo también para tus descendientes.

Así que de alguna manera todas las sociedades, todas las familias y todas las personas, estamos viviendo la vida según la conciencia alcanzada sobre la muerte. Esta conciencia se alcanza tras un proceso de duelo en el que se han descrito unas fases consecutivas aunque no tienen por qué seguir ese orden exacto, y habitualmente consisten en: Negación, Regateo, Cólera- tristeza, Tristeza-rabia, Explicación y comprensión, e Integración, aceptación y retomar la vida.  Todas estas fases tienen su momento y su lugar para alcanzar una comprensión más sana de la muerte. Es decir, la rabia y la agresividad son parte natural en el duelo a la hora de superar los traumas de muerte, separación o pérdida. Lo que no es necesario y supone una complicación y bloqueo del duelo, es pasar a la estrategia de represión, control, manipulación o dominio propias de la violencia. No olvidemos que “proceso de duelo” significa el paso por el dolor, y en esta circunstancia los seres humanos tenemos la tentación de creernos con derecho a repercutirlo, perpetuándolo. Sin embargo, vivir la rabia como fuente y motor de energía suplementaria para la superación y mejora, ayuda a pasar a la siguiente fase en el duelo. Esa agresividad se puede expresar de alguna forma asertiva (respetuosa) y encauzarla hacia el coraje.

En una familia, y también en un colectivo, el duelo bloqueado en alguna fase puede ser en parte heredado, o simbiótico con nuestros ascendientes. Podemos vivir como nuestra la rabia o tristeza no expresada por nuestros ascendientes y, aunque inconsciente o desconectada de su origen, podemos comprobar su identificación con lo oscuro, con lo tétrico, el gusto por vestir de negro y por la música o textos con contenidos macabros de muerte.

La agresividad, y más la violencia, hablan de un duelo que se encuentra en esa fase más o menos bloqueado, y la violencia es su enquistamiento mismo porque es la necesidad creada de que no se muevan las cosas; pues lo alcanzado mediante la violencia requiere de una violencia permanente para mantenerse, lo que es su propio objetivo. Esto sucede tanto a nivel individual como a nivel colectivo. El nivel de agresividad en nuestra sociedad nos cuenta qué fase ha alcanzado esa sociedad de elaboración de sus duelos y dramas colectivos, cuánto está dispuesta, o no, a dejar ir el pasado, cuánto está dispuesta a crecer a partir de la experiencia y a renovarse. La violencia, por su parte, nos señala cuánto se ha complicado ese duelo en esta fase de cólera o rabia, cuánto de enquistado está, cuánto nos aferramos de la manera más desesperada y brutal.

Unas personas, o unas familias, podrían estar más conectadas con una etapa del duelo o con otra; más con la negación o más con la melancolía, otras más con la rabia, etc., no sabiendo que están viviendo la vida según el significado que le han otorgado a la muerte y que les viene dado por el bagaje cultural y familiar, por la herencia. Tenemos el encargo de seguir elaborando el duelo, el significado de las muertes en la familia, y en lo colectivo también. A través de los significados que les damos a esas muertes y como los retomamos con nueva vida, hacemos que las experiencias anteriores, colectivas o familiares, hayan merecido la pena, valgan y no sean en vano. Y así nada se pierde y no hay tal separación sino la continuidad que le es propia a la vida.

De esta manera siento que sí me vale todo el anterior, estoy conforme con la muerte, y tanto es así, que estoy conforme y en paz con la vida, decidida a darlo todo, a entregarla, porque nada se pierde. Espero dejarles el camino más despejado a quienes vienen detrás como hicieron mis ancestros.

Sólo puede haber esa clase de Paz y No Violencia verdadera, y para ello fue necesario pasar por el dolor, y la agresividad que conlleva, como acicate para crecer y generar conciencia.

 

<<(…)Tú no eres ésa,
yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.
Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco a ti.
No demasiado, solamente un toque,
acaso un leve rasgo familiar,
pero que fuerce a todos a abarcarnos
a ti y a mí (juntos) cuando nos piensen solos.>>
Asunción de ti, Mario Benedetti

 

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